miércoles, 16 de noviembre de 2016

RESEÑA DE "MI VIDA QUERIDA"


Alice Munro, la escritora canadiense premiada en 2013 con el Nobel de Literatura nos ha proporcionado una lectura para comenzar este nuevo curso: Mi vida querida,  publicada en 2012, un conjunto de relatos entre los que figuran los cuatro últimos, de carácter autobiográfico, y otros diez ambientados  en el pasado, algunos de ellos en las épocas inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial o a la Guerra de Vietnam, mostrando unos seres visiblemente fracturados.
 
  Con una gran capacidad de síntesis, Munro rehúye lo anecdótico y es capaz de contar argumentos novelísticos en el espacio y tiempo de cada cuento.

  Aunque la autora intenta desmarcarse de las historias que narra y a pesar del aparente distanciamiento con que trata hechos y personajes, pensamos que muchos de los relatos evocan detalles de su existencia como hija, madre y esposa. Describe hombres prisioneros de su rigidez emocional y mujeres infelices en su matrimonio, encerradas en una vida perfecta pero insatisfactoria que los hombres y la tradición han diseñado para ellas. Pero algunas, como ella misma, un buen día, deciden coger las riendas de su vida y darle un giro. Aunque parezca una huida o una locura inexplicable.

  Todas las historias muestran las siempre difíciles relaciones interpersonales, especialmente las de pareja. Son relatos muy duros, nada sentimentales, contados con un lenguaje sobrio, cortante a veces.  Los protagonistas, igual que en toda la obra de Munro, son gente corriente que se debate entre sus ilusiones y la realidad que las desarma, entre el dolor y las ganas de sobrevivir. Son personajes frágiles, atrapados por su imposibilidad de romper con el destino y descritos con una gran profundización psicológica.

  La grandeza de esas historias radica en que todo lector puede hacer suyo algo de lo que Munro nos cuenta, nos descubre o nos omite de su época, de su vida o de la vida de otros. Con gran humanidad.

  Y la naturaleza humana se reafirma al aceptar que el amor nos hunde y nos salva al mismo tiempo, al asumir que sufriremos y haremos sufrir inevitablemente. Y a pesar del sentimiento de culpa, perdonarnos por ello. Y así, seguir viviendo.

 
Carmen Truchado

domingo, 25 de septiembre de 2016

RESEÑA DE "EL CAMINO"


Miguel Delibes es sin duda alguna el cantor de lo castellano. Cuando publica en 1950 El camino, Cantabria era una de las provincias de la región histórica de Castilla la Vieja. Y así lo estudiábamos en el colegio en ese tiempo extenso llamado posguerra en que vivíamos de forma muy parecida a como lo hace Daniel el Mochuelo, el protagonista de la novela, incluso aunque viviéramos en una ciudad.
      Delibes ambienta su obra en un pueblo de Santander y describe maravillosamente los lugares en que él mismo vivió de niño, en el valle de Iguña, donde pasaba los veranos con su familia.
      Fue la tercera novela que publicó, le consagró como escritor en España y le dotó de su propio estilo narrativo.
      Es una novela muy emotiva en la que un muchacho de once años recuerda, durante la insomne noche anterior a su marcha a la ciudad para estudiar el bachillerato y progresar como su padre quiere, sus vivencias en el pueblo, el contacto con la Naturaleza, la camaradería y las aventuras, el nacimiento del amor, el descubrimiento de la sexualidad o la cercanía de la muerte.
      Daniel el Mochuelo en esa noche establece un límite entre su vida anterior, ya convertida en recuerdo, y el futuro, al que él renunciaría de buen grado, pero no puede, porque en realidad la pérdida que experimenta no es solamente el abandono del pueblo y el paisaje, de su familia y amigos, sino que acaba de perder la inocencia. La infancia queda atrás y ante él se abre un camino, el camino que da título a la novela y que hace referencia a las homilías de Don José, el cura, al camino que Dios señala a cada uno y cuyo seguimiento proporciona la felicidad, pero también a la aventura de vivir que comienza para él en la ciudad.
      Delibes tiene la maestría de contar todo esto con sencillez, ironía, crítica y afectividad devolviéndonos con la relectura de esta novela a nuestra propia infancia, al tiempo en que jugábamos en la calle, en contacto con lo natural y siguiendo la cadencia de las estaciones, ese tiempo en que Cantabria era parte de Castilla, ese tiempo en que algunos  leían por vez primera esta maravillosa novela, el tiempo en cada uno de nosotros enterró la inocencia, dejó atrás el camino de la infancia y comenzó también el camino, la aventura de la vida.

Carmen Truchado Pascual

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 30 de junio de 2016

RESEÑA DE LA GITANILLA


RESEÑA DE LA GITANILLA

Se conmemora este 2016 el IV Centenario de la muerte de Cervantes y en nuestro club de lectura no hemos querido dejar pasar este año cervantino sin releer algo del Príncipe de los Ingenios.

Después de El Quijote, las Novelas ejemplares se cuentan entre sus obras más leídas, así que elegimos una de ellas, La gitanilla, para homenajear a Cervantes por un aspecto que nos parece admirable e incontestable: su modernidad.
 
Cervantes fue un hombre muy inteligente, se podría decir que adelantado a su tiempo. Muestra rasgos de una modernidad de pensamiento que se basa, como no podía ser de otra manera, en su amplia experiencia vital, en la gran cantidad de  lugares que recorrió, en la lectura y el conocimiento de la literatura clásica y de las tradiciones literarias tanto españolas como italianas, portuguesas… y la fusión de lo que a él le parecía más importante de las mismas. Esto hizo que abriese caminos que aún se siguen cuatrocientos años después de su muerte.
                
Con El Quijote trazó una inflexión en la línea evolutiva de la Literatura; es la primera novela moderna. Consigue realizar una gran crítica social a través del humor y crea unos personajes vivos, con matices, que cambian a lo largo de la obra. Pero también en sus Novelas ejemplares logra ser original pues con ellas introdujo el género de la novela corta en castellano.

En las Novelas ejemplares vemos una visión moderna, muy moderna para su época, de la mujer. Quizá sea excesivo decir que fuera feminista, pero así nos lo parece desde nuestra perspectiva. Y consigue serlo de forma disimulada ante la Inquisición.

En las Novelas ejemplares las mujeres actúan impulsadas por el amor. Suelen ser adolescentes hermosas descritas con los tópicos renacentistas. Son audaces, ingeniosas e incluso astutas.  Pretende demostrar que la principal guardadora de su honra es la propia mujer. Son decentes y decorosas y a veces religiosas. La alta alcurnia y la nobleza de sentimientos les dotan de dignidad y honorabilidad. Las protagonistas son raptadas. Casi todas las obras acaban felizmente, con el matrimonio de los enamorados.

De los personajes femeninos, los protagonistas son más comedidos, más recatados y honestos que los secundarios, que a veces son demasiado atrevidos y hasta descarados, e incluso crueles y malignos.

La gitanilla cuenta la historia de Preciosa, una joven robada de la cuna por una gitana que la educó como nieta suya y que le enseñó todas sus gitanerías. La gitanilla era excelente bailadora, recitadora de romances y además de hermosa y discreta, sabía leer y escribir. Los que la conocían quedaban encantados y se lamentaban de que fuese gitana. Con solo quince años da muestra de un gran raciocinio y picardía. Y conoce perfectamente la psicología femenina a pesar de su corta edad.

Es una gran observadora de la sociedad contemporánea y critica la poca inteligencia de los encumbrados, que se rodean de bufones y solo desean pasarlo bien y reírse, menospreciando la inteligencia y la sensatez.

Se muestra prudente en el amor, como una mujer madura. Hace hincapié en el valor de la virginidad. Y ella impone a Andrés, el caballero noble que la pretende, una serie de condiciones. Entre ellas convivir con los de su raza durante un tiempo. Cuando es aceptado por los gitanos, estos le admiten y le adjudican a Preciosa. Entonces ella se rebela y dice que aunque los gitanos le puedan entregar su cuerpo, su alma es libre.

El enamorado, por su parte, se enfrenta a todas las convenciones sociales y a las expectativas de sus padres por lograr el amor de Preciosa. Se somete a las condiciones de la joven y renuncia al papel de control y dominación que tradicionalmente se adjudicaba al varón.

Algunas veces Andrés se siente celoso e intenta recortar la libertad de movimientos de la muchacha, pero ella con gran madurez le dice que los celos nublan el entendimiento. Al final de la obra se descubre que la gitanilla es de linaje ilustre.

Entre los personajes femeninos secundarios se hallan Cristina, compañera de Preciosa, que a veces siente celos de ella. La gitana vieja, con la sabiduría que dan los años y la experiencia. Es astuta e interesada, ladrona y conoce remedios de la medicina popular.

Juana Carducha, hija de la viuda dueña del mesón, contrasta con Preciosa. Es egoísta, taimada y vengativa. No duda en mentir para conseguir el amor de Andrés, de quien se ha encaprichado.

Cervantes conoce bien la psicología femenina, lo que se observa tanto en los personajes aristocráticos como en los de origen popular. El lenguaje de los primeros es refinado y el de los segundos más ágil y familiar, con rasgos de humor.

Cervantes valora positivamente a la mujer. La ve con atributos como la prudencia, la honestidad, la gracia, la bondad, la inteligencia, la picardía, la habilidad para defender su honra y sus derechos, la perseverancia y la valentía.

Utiliza los personajes secundarios para mostrar el descaro, la obsesión por cazar a los hombres y el comercio con el propio cuerpo.

En estos relatos siempre son las mujeres las heroínas. Cervantes muestra su simpatía y admiración hacia ellas. Casi siempre salen victoriosas y siempre las defiende y las deja en buen lugar. Propugna su derecho a la libertad, sobre todo al elegir esposo.

En las Novelas ejemplares se encumbra a la mujer, tratándola como persona, con la misma dignidad del varón y a menudo más que él.

Utilizar la palabra feminista para definir la visión que Cervantes tenía de las mujeres quizá sea excesivo, pero da una gran lección de igualdad de la que pueden aprender muchos incluso en nuestros días.

Carmen T

 

 

domingo, 22 de mayo de 2016

RESEÑA DE TOKIO BLUES


RESEÑA DE TOKIO BLUES

Tokio blues es una novela romántica del japonés Haruki Murakami publicada en 1987 cuyo título original, Norwegian Wood, está tomado de una canción de los Beatles.

En ella se habla del paso de la adolescencia a la madurez. La pérdida y la sexualidad son sus temas principales. Refleja la soledad y el ansia de amor de los jóvenes en una sociedad muy cerrada en la que no se integran y que les lleva a sentirse extraños en cualquier parte: “La gente es extraña cuando tú eres un extraño”.

 El protagonista, el joven Toru Watanabe, cuenta en primera persona, con un tono nostálgico que le despierta precisamente el escuchar esa canción, el tiempo en que vivió en Tokio como estudiante universitario y los recuerdos sobre sus relaciones con dos muchachas: la bella, sensible y complicada Naoko y la alegre y sociable Midori. Watanabe tiene que elegir entre la fantasía y la realidad. Como telón de fondo, las protestas estudiantiles de finales de los sesenta contra el orden establecido.

Los personajes se sienten incapaces de mostrar sus sentimientos reales. Son jóvenes torturados por las ausencias familiares, por la presión, por el miedo a ser adultos. El sentimiento de culpabilidad está muy presente en su psicología. El suicidio planea sobre sus mentes como la causa de sus problemas o como la salida de ellos.

Midori es el personaje más real; ella vive y tiene problemas reales, familiares, económicos, pero es la más fuerte y alegre de todos. Ella es la prueba de que se puede no caer en el pozo, en la depresión. Por otra parte, Reiko es el único personaje adulto, una persona quebrada en el paso de la juventud a la madurez, que ahora dedica su tiempo y esfuerzo a evitar que otros sufran como ella. Tras muchos años de miedo a la vida, de pensamientos destructivos, ella es la prueba de que, si se resiste, se puede vencer. Solo hay que tener el valor de llegar.    

Haruki Murakami, hijo de profesores de Literatura japonesa, educado en un ambiente intelectual, de gustos musicales y lecturas occidentales, a lo largo de la novela invita a los lectores a descubrir o compartir sus autores, compositores, obras y canciones emblemáticos. De hecho la música transita toda la novela, y la literatura crea vínculos de unión entre los distintos personajes y algunas situaciones que recuerdan y homenajean a sus novelas favoritas.

Hay coincidencias biográficas entre Murakami y Watanabe: el gusto por la cultura  occidental, estudiar teatro griego, trabajar en una tienda de discos, ser una persona solitaria… Aunque él manifiesta en las escasas entrevistas periodísticas que ha concedido que esta novela realista no fue sino un experimento, un alejamiento de su modo habitual de escribir, lo cierto es que Tokio Blues fue un best seller y convirtió a Murakami en un ídolo de la juventud en su país. Eso no fue del agrado de este  hombre un tanto huraño, que huyó de Japón y se fue a vivir a Europa y después a América pero que regresó tras el terremoto de Kobe en 1995.

Favorito para el premio Nobel en los últimos cinco años, Murakami nos ha ofrecido una lectura con la que hemos disfrutado mucho y ha generado un debate muy interesante, porque a pesar de no estar muy versados en la cultura del país del Sol Naciente lo que describe son los  sentimientos de cualquier adolescente en cualquier época y lugar; su lucha por encontrar un lugar en el mundo, su miedo a crecer y a la vez su deseo de hacerlo.

Carmen Truchado Pascual

miércoles, 4 de mayo de 2016

RESEÑA LA SOLEDAD DEL CORREDOR DE FONDO


LA SOLEDAD DEL CORREDOR DE FONDO 

Parece que nuestras últimas lecturas vuelven a ser un paseo por la soledad. Lo paradójico de este hecho estriba en que, en el fondo, en todo libro  hallamos un intento de huida de la soledad misma, tanto por parte del autor como del lector. Nos movemos de la soledad del aristócrata francés Saint-Exupéry en El Principito, a la del autodidacta y prolífico autor inglés de clase obrera Alan Sillitoe en La soledad del corredor de fondo.

La soledad del corredor de fondo es un libro de relatos que toma el título del primero de ellos, justamente el que hemos leído y comentado. Fue escrito durante su estancia de cinco años en España, en Alicante concretamente. Es el segundo libro que escribió. Está ambientado en su ciudad natal, el Nothingham obrero de los años cincuenta.  Es posiblemente su mejor libro, a él le debe su gran fama y en su momento ya le confirmó como uno de los más importantes escritores de su generación.

Tanto en el relato como en el resto del libro los personajes son marginales y se rebelan contra la situación social en que les ha tocado vivir. El espíritu de todos ellos es un poco el espíritu del autor pues, a pesar de que no es un libro autobiográfico, refleja vivencias de su infancia, su familia o su entorno social y bastante de su visión del mundo. Aunque Sillitoe negara su adscripción, como algunos críticos pretendían, al grupo de los Angry Young Men, lo que no podía negar es que sus personajes eran auténticos jóvenes airados.

Narrado en primera persona, con un estilo sobrio, natural, sin concesiones literarias, cuenta la historia de un muchacho de diecisiete años llamado Colin Smith, de baja clase y familia desestructurada, al que meten en un reformatorio por un atraco a una panadería. Allí podría ser rehabilitado para la sociedad a través del deporte pues descubren que tiene excelentes facultades para correr. De paso conseguiría para el reformatorio el premio que el director tanto anhela, lo que le convierte en el favorito de los jefes.

Pero Colin tiene una rabia indomable, un profundo sentimiento de ser objeto de  injusticia por lo que le ha tocado en suerte y una negativa total a dejarse domesticar, eso que en El Principito veíamos como crear vínculos. Es listo, (con una inteligencia natural ya que no una educación formal) soberbio y desconfiado, está enfadado contra todo y contra todos y desprecia a todos los que le rodean. Está en guerra perpetua contra el mundo, algo que descubre cuando le envían al reformatorio, y como él dice, le enseñan la navaja.   

El gran acierto de Sillitoe fue no ofrecer una solución; ni ganar ni rendirse es posible, así que al protagonista sólo le queda hacer lo que hacen los perros acorralados: enseñar los dientes y morder la mano que le alimenta.

Colin, anarquista individualista, que no se siente parte de nada, ni de su propia clase, decide que lo único que puede hacer es ser fiel a sí mismo. Él se siente y se afirma como honrado y sincero frente a la hipocresía de la sociedad “recta”. Y para conservar su dignidad decide perder la carrera porque eso significa ganar la batalla contra el sistema, aunque nadie lo entienda. Terco, rebelde hasta el final, prefiere perder antes que integrarse, antes que colaborar con el director y lograr la copa para su reformatorio.

Colin conoce la sensación de soledad que invade al corredor de fondo cuando surca los campos y se da cuenta de que para él esa sensación es lo único honrado y genuino en el mundo. Colin es la exageración irreverente del propio Sillitoe, quien tenía claro que su decisión de abandonar la fábrica de bicicletas, donde empezó a trabajar a los catorce años y donde había trabajado su padre, para llegar a ser escritor, le separaría para siempre de los de su clase, aunque fuera para escribir sobre ellos como si perteneciera más a la clase obrera que ellos mismos.

El camino del escritor, especialmente del escritor de clase obrera,  es la soledad. Sillitoe lo sabía y lo aceptó.

En resumen, vemos en La soledad del corredor de fondo el grito desesperado de unos adolescentes de clase obrera insatisfechos, enfadados y rebeldes que representan una ruptura generacional. Sillitoe hizo lo que nadie antes: supo traducir esos sentimientos, sin sentimentalismos, supo describir personas deshumanizadas por la pobreza, la ignorancia y la injusticia que no creían en la posibilidad de salvarse, sino de mandarlo todo al infierno y simplemente seguir viviendo. Lo triste es que hoy, más de cincuenta años después, muchos jóvenes siguen siendo víctimas de la sociedad industrial y se siguen sintiendo frustrados, alienados y airados. Pero lo más triste es que para empatizar con Colin Smith o con todos ellos, tal vez haya que estar de su mismo lado.

Carmen T.


 

sábado, 2 de abril de 2016

RESEÑA DE "EL PRINCIPITO"


 EL PRINCIPITO  de ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY

 
Con la misma obstinación con que deseamos descubrir el truco del mago aun a riesgo de quebrar la belleza de la magia, nos empeñamos en conocer la vida de los escritores o de los poetas intentando descifrar las claves o las venas de su obra.

Con Antoine de Saint-Exupéry es fácil este empeño pues en él son inseparables la pasión por la aviación y la literatura. Sus experiencias como piloto fueron frecuentemente su fuente de inspiración. Cada escala del aviador se correspondía con una etapa de su producción. Como piloto comercial, de pruebas y militar participó en incontables misiones y viajes peligrosos y sufrió numerosos accidentes. De sus convalecencias surgieron sus libros más famosos, como El Principito. Fue también reportero en muchas partes del mundo. Saint-Ex, como le llamaban sus amigos, tuvo una vida corta pero apasionada y apasionante. Fue un romántico, soñador y aventurero  que quiso alcanzar las estrellas y lo intentó con el avión y con la pluma. Toda su biografía es la fuente de la que mana su escritura.

De familia aristocrática, tuvo una infancia feliz a pesar de perder a su padre a los cuatro años. Estuvo muy unido siempre a su madre, que le marcó profundamente por su cultura y sensibilidad. Cursó estudios de Arquitectura -aunque no los terminó- porque no había conseguido entrar en la Escuela Naval, su verdadera vocación. Se hizo piloto cuando estaba cumpliendo el servicio militar en 1921.

Se casó con la escritora y artista salvadoreña Consuelo Suncín, dos veces viuda, aristócrata por nacimiento y rica por su segundo matrimonio, siendo la suya una unión tormentosa que estuvo llena de  separaciones y reencuentros a causa  de su profesión de piloto, su gusto por la vida bohemia, su éxito como escritor y sus incontables amantes. Aun así vivieron momentos muy felices y ella es sin duda alguna su musa.

Fue movilizado por el Ejército del Aire en 1939 para combatir en la Segunda Guerra Mundial. Tras la firma del armisticio, incapaz de vivir bajo la dominación alemana, se marchó a Nueva York convirtiéndose en una voz influyente de la Resistencia.

En 1944 se reincorporó al ejército aliado en una unidad de reconocimiento y su avión desapareció en una de esas misiones. Al morir el hombre nació el mito. El misterio y las especulaciones acerca de su localización duraron décadas. Sólo cien años después de su nacimiento, se recobraron los restos de su aeronave y su identificación personal.

Más de la mitad de sus obras vieron la luz póstumamente. El Principito, sin embargo, se publicó en vida del autor, que se sentía orgulloso de él. Acostumbraba llevar un ejemplar consigo y se lo leía a sus camaradas.
 
El Principito, la obra más famosa del escritor francés, es una novela corta, un cuento poético ilustrado con acuarelas del propio autor. Es uno de los libros más traducidos y más vendidos en todo el mundo. Aunque considerado como libro infantil por el modo en que está escrito y porque fue planteado expresamente como una obra infantil por encargo, en verdad trata temas tan profundos como el sentido de la vida, la soledad, la amistad, el amor y la muerte.

Escrito mientras estaba en Nueva York, en medio de una gran crisis personal y de salud, abatido por la soledad del exilio y la guerra de su país, cuenta el encuentro entre un niño –el principito- que viene de otro planeta y un piloto –el narrador- cuyo avión ha sufrido una avería en el desierto del Sáhara, lejos de cualquier lugar habitado.

En la conversación que mantienen ambos durante los días en que el piloto intenta arreglar el aparato se pone de manifiesto una crítica hacia la sociedad industrial, tan materialista que es incapaz de salvaguardar los valores de la infancia: frescura, sencillez, inocencia, ingenuidad, imaginación, ilusión,  curiosidad insaciable… y los sustituye por intereses prosaicos y mercantilistas.

Es fantástica la adecuación del lenguaje al tono ingenuo y lírico que pretende transmitir, observable luego en algunas traducciones más que en otras. El libro está lleno de poéticos símbolos o metáforas nacidos, como anticipábamos antes, de la experiencia vital de Saint-Ex:
 
El principito emprende un arriesgado viaje a no sabe dónde, abandonando su  pequeño planeta, que representa su vida con  sus rutinas diarias, sus preocupaciones y su amor, que le ha decepcionado, en busca de amigos como único modo de crecer, de enriquecer su espíritu. En su camino se va encontrando con otros planetas que suponen distintos tipos de personas, cada una encerrada en su propia individualidad y que constituyen todo un catálogo de defectos humanos: soberbia, vanidad, avaricia, insensatez, ansia de placer… y ninguna de esas personas tiene la creatividad necesaria para fundar una verdadera relación de encuentro, de intimidad.  Cuando llega a la Tierra, que se corresponde con el mundo real, hasta el paisaje inhóspito del desierto es un símbolo de la soledad que acecha al ser humano. Incluso se siente burlado y desilusionado al escuchar su propia voz repetida por el eco.
                      
El cordero simboliza el mundo del espíritu. La caja representa la imaginación necesaria para ver al cordero en su interior, para ver más allá de lo superficial. Los baobabs son los problemas, que hay que solucionar antes de que se agranden y compliquen. Hay críticos que los identifican con el nazismo que intentaba invadir el mundo. La Rosa es el amor del principito; bella, adorable, frágil y al tiempo, contradictoria, orgullosa, vanidosa, egoísta y manipuladora. Es capaz de trastocar el orden en la vida del principito y hacerle huir. Es la metáfora de la mujer que ama Saint-Exupéry, de Consuelo, su esposa. El gran campo de rosas que el principito encuentra en la Tierra alude a las amantes que tuvo el autor, a su falta de fidelidad.

Los volcanes son las obligaciones diarias, con las que debemos ser disciplinados pues son el sustento de la vida. La inspiración de los volcanes puede estar en El Salvador, la tierra de Consuelo, conocida como “La tierra de los volcanes”. El fanal o globo con que protege a la rosa, simboliza el cuidado, los mimos para que su amada se sienta querida. La serpiente amarilla, la que resuelve todos los enigmas,  encarna a la muerte, la destrucción de la inocencia. El pozo  significa la esperanza, la disposición para el encuentro en medio de la aridez y soledad del desierto, de la sequedad y el vacío interiores.

Y por último, el zorro, representante de la sabiduría, personaje cardinal en la obra porque es quien le revela el secreto del valor de los seres, de la amistad y del verdadero conocimiento; le enseña lo que significa la amistad, ese proceso maravilloso que denomina domesticación y que representa salir de uno mismo y comprometerse con otro ser, responsabilizarse de él. Podría ser que se inspirase en un feneco, una especie de cánido del desierto, aunque la interioridad del personaje parece ser de una íntima amiga de Nueva York. Él es quien pronuncia las frases más significativas y memorables del libro, quien nos enseña  lo que constituye y sintetiza  el mensaje final de la historia: “Lo esencial es invisible a los ojos” y nos invita a la sencillez, la pureza, la verdad, olvidando nuestros errores y egoísmos. Esa enseñanza le permitirá al principito ir madurando y establecer una verdadera relación con el aviador preparándole además para el momento de la ausencia.

Hay otros elementos y personajes inspirados posiblemente en su pasado y otros que no llegaremos a saber nunca. La imagen del principito podría estar basada en el mismo autor a quien llamaban de niño el rey sol. Las últimas palabras del principito están influidas por las que dijo el hermano del escritor cuando murió con quince años. Pero mejor no conocerlo todo y dejar que el entretejido de los símbolos siga produciendo en nosotros una sensación de todo indescifrable, inabarcable, como la profundidad del desierto o la inmensidad del cielo.

Una de las principales biógrafas de Saint-Exupéry escribió que “raramente un autor y un personaje han estado tan íntimamente unidos como lo están Antoine de Saint-Exupéry y su principito”. Como las dos caras de una misma personalidad. En realidad es una relación paradójica pues nos habla de un viaje exterior -el del principito para salir de sí mismo y conocer el mundo- y de un viaje interior, el que el adulto realiza hacia su infancia, perdida en el fondo del alma. Para conocernos a nosotros mismos no hay sino que mirar a los demás y para conocer a los demás no hay sino mirarnos a nosotros mismos.

Pero iría aún más lejos; diría que el encuentro entre el piloto y el principito es un reencuentro del hombre con el niño que fue. Precisamente en el momento que más necesitado está, en un momento donde están en juego la vida y la muerte; en esa encrucijada en que el ser se cuestiona su modo de vida, aparece el niño que hay en su interior para salvarle de su soledad, de su desesperanza, para hacerle comprender la verdadera dimensión de la amistad y el compromiso, para ayudarle a recuperar el sentido de la vida, lo verdaderamente importante, aquello que es invisible a los ojos porque solo puede ser percibido con el corazón y que los adultos no comprenderán jamás.

Cuento poético, libro infantil, fábula filosófica o alegoría de la vida de Saint-Exupéry, lo cierto es que desde principio a fin, sus palabras destilan magia, fantasía y esperanza. Es un canto a la amistad, a la entrega, porque la soledad es la peor circunstancia que puede envolver al ser humano.

 
Carmen Truchado

sábado, 20 de febrero de 2016

RESEÑA DE FARENHEIT 451

Reseña de Farenheit 451 

Contemplamos, a medio camino entre la admiración y la incredulidad, cómo algunos autores han conseguido difuminar tanto la línea que separa los mundos de la realidad y la ficción que ambas llegan a con-fundirse. Hablamos de esa facultad de tener una mirada sobre el presente capaz de permitir la predicción del futuro, del ojo del visionario, hablamos de las distopías o relatos sobre sociedades antiutópicas, a veces catalogadas como ciencia ficción.  

El triángulo formado por Aldous Huxley, George Orwell y Ray Bradbury a mediados del siglo XX constituye todo un referente de lo que la sociedad humana es capaz de hacer de sí misma, cómo es capaz de transformarse en una sociedad antihumana. Un mundo feliz, 1984 y Farenheit 451 son, ahora que vemos que muchas de sus predicciones o sus prevenciones se han cumplido de una u otra manera, la demostración de que no hay nada más cercano que los contrarios. 

Pero nada nace si no hay un germen, una semilla que lo propicia. Vivimos en un mundo deshumanizado que puede serlo aún más hasta llegar a ser una terrible caricatura de sí mismo. Hiperbólicas, desmesuradas, les parecerían a los lectores en el momento de su publicación los mundos que mostraban estas novelas y sin embargo muchas de las situaciones que describen están ya  en nuestro tiempo y otras se vislumbran a la vuelta de la esquina.

Farenheit 451 nos habla de un mundo donde la falta de libertad llega al extremo de que los ciudadanos ni siquiera pueden pensar por sí mismos. Son manipulados desde su hogar con unas pantallas gigantes de televisión obligándoles a banalizar todo lo que accede a su cerebro, alegando que eso les da la felicidad. Sin embargo los intentos de suicidio son algo habitual, como habituales son los procedimientos de reanimación de los que lo intentan.  Los libros están prohibidos, porque despiertan la individualidad y el espíritu crítico. 

El protagonista  es un miembro del equipo de bomberos, cuya misión no es apagar los fuegos sino provocarlos para destruir los libros que aún puedan conservarse. Este hombre de vida anodina, carente de preocupaciones y de un verdadero amor, se ve sometido de repente al contagio del pensamiento de una joven disidente. La duda comienza a romper el equilibrio en el que sustentaba su trabajo, su familia, sus amigos y acaba pasándose al otro lado de la ley, al de los salvadores de libros.

Ardua labor tratar de hacer tradición oral de la tradición escrita. Dado el caso, obligados a perpetuar un libro en la memoria, a salvarlo de la quema, ¿cuál escogeríais? 

Carmen Truchado