sábado, 20 de febrero de 2016

RESEÑA DE FARENHEIT 451

Reseña de Farenheit 451 

Contemplamos, a medio camino entre la admiración y la incredulidad, cómo algunos autores han conseguido difuminar tanto la línea que separa los mundos de la realidad y la ficción que ambas llegan a con-fundirse. Hablamos de esa facultad de tener una mirada sobre el presente capaz de permitir la predicción del futuro, del ojo del visionario, hablamos de las distopías o relatos sobre sociedades antiutópicas, a veces catalogadas como ciencia ficción.  

El triángulo formado por Aldous Huxley, George Orwell y Ray Bradbury a mediados del siglo XX constituye todo un referente de lo que la sociedad humana es capaz de hacer de sí misma, cómo es capaz de transformarse en una sociedad antihumana. Un mundo feliz, 1984 y Farenheit 451 son, ahora que vemos que muchas de sus predicciones o sus prevenciones se han cumplido de una u otra manera, la demostración de que no hay nada más cercano que los contrarios. 

Pero nada nace si no hay un germen, una semilla que lo propicia. Vivimos en un mundo deshumanizado que puede serlo aún más hasta llegar a ser una terrible caricatura de sí mismo. Hiperbólicas, desmesuradas, les parecerían a los lectores en el momento de su publicación los mundos que mostraban estas novelas y sin embargo muchas de las situaciones que describen están ya  en nuestro tiempo y otras se vislumbran a la vuelta de la esquina.

Farenheit 451 nos habla de un mundo donde la falta de libertad llega al extremo de que los ciudadanos ni siquiera pueden pensar por sí mismos. Son manipulados desde su hogar con unas pantallas gigantes de televisión obligándoles a banalizar todo lo que accede a su cerebro, alegando que eso les da la felicidad. Sin embargo los intentos de suicidio son algo habitual, como habituales son los procedimientos de reanimación de los que lo intentan.  Los libros están prohibidos, porque despiertan la individualidad y el espíritu crítico. 

El protagonista  es un miembro del equipo de bomberos, cuya misión no es apagar los fuegos sino provocarlos para destruir los libros que aún puedan conservarse. Este hombre de vida anodina, carente de preocupaciones y de un verdadero amor, se ve sometido de repente al contagio del pensamiento de una joven disidente. La duda comienza a romper el equilibrio en el que sustentaba su trabajo, su familia, sus amigos y acaba pasándose al otro lado de la ley, al de los salvadores de libros.

Ardua labor tratar de hacer tradición oral de la tradición escrita. Dado el caso, obligados a perpetuar un libro en la memoria, a salvarlo de la quema, ¿cuál escogeríais? 

Carmen Truchado