jueves, 27 de abril de 2017

LOS RELÁMPAGOS DE AGOSTO


RESEÑA DE LOS RELÁMPAGOS DE AGOSTO DE JORGE IBARGÜENGOITIA

 
En 1983, en el trágico accidente que se produjo en la escala que hacía en Madrid el vuelo procedente de París con destino a Colombia, murió Jorge Ibargüengoitia, un escritor mexicano de renombre en su país pero que ha necesitado tres décadas para ser reconocido en España. Viajaba invitado por Gabriel García Márquez al Primer Encuentro de la Cultura Hispanoamericana, que se celebraba en Bogotá. Fue uno de los 181 muertos. Con él desapareció el manuscrito de su última novela.

Aquí dejaba, además de varias obras de teatro, ensayos, cuentos y cantidad de artículos periodísticos, otras ocho novelas, la primera de las cuales fue Los Relámpagos de Agosto. Con ella había logrado el Premio Casa de las Américas en 1964. El año anterior había ganado el mismo premio por su obra de teatro El atentado.

La novela presenta las memorias de un caudillo revolucionario a principios del siglo XX: En una época en que proliferaban las autobiografías de quienes habían participado en la última fase de la revolución mejicana, cada una más pomposa y glorificadora de la propia actuación que las anteriores, Jorge Ibargüengoitia hace gala de una vena crítica y desmitificadora poniendo en cuestión  situaciones y personajes históricos. Con un gran sentido del humor, sarcástico y contundente y un lenguaje fluido y verosímil, Ibargüengoitia pone en boca del protagonista, el general Arroyo, la narración los avatares que le ocurren desde que recibe un telegrama de parte del presidente electo, antiguo compañero revolucionario, invitándole a formar parte del nuevo gabinete.

Ibargüengoitia utiliza la sátira para diseccionar con afilado bisturí sucesos significativos de la revolución.

La frontera entre ficción y realidad, por lo tanto, es difusa, pero perfectamente reconocible a través del elemento conductor: la ridiculización de cada hecho que va sucediendo.

Lo triste o lo alegre de una historia no depende de los hechos ocurridos, sino de la actitud que tenga el que los está registrando. Sin embargo a Ibargüengoitia no le gustaba que lo consideraran un simple humorista ya que se trataba de un escritor serio y riguroso, ordenado y meticuloso.

Su esposa, la pintora inglesa Joy Laville, dice de él: “No era sarcástico, pero si algo no le gustó, lo dijo, ya que era crítico y su crítica le permitía jugar con el absurdo. Él era muy directo, por eso mismo tenía reputación de tener mal humor, pero esto es una mentira, él era muy alegre. [Sin embargo], ofendió la sensibilidad de muchos con sus novelas; pese a todo, ahora está muy estimado en Guanajuato.”

¿Y cómo no recordar lo que el mismo el autor decía sobre sus escritos?:

“Los artículos que escribí son los únicos que puedo escribir; si son ingeniosos es porque tengo ingenio, si son arbitrarios es porque soy arbitrario, y si son humorísticos es porque así veo las cosas. Quien creyó que todo lo que dije fue en serio, es un cándido, y quien creyó que todo fue en broma, es un imbécil.”

Lo que es cierto aunque parezca increíble es que, desgraciadamente,  más de treinta años después de su muerte, muchas de las situaciones y actitudes que describe nos parecen de total actualidad. La corrupción, las luchas por el poder.., los altos mandatarios dan una imagen que se acerca mucho a una realidad que no cambia con el paso del tiempo.

 
Carmen T.