Escribió Rafael Chirbes en su novela Crematorio, la inmediatamente anterior a
la que hemos leído en nuestro club, que representar el dolor te lo quita de
encima, o lo convierte en otra cosa, en otra forma de sufrimiento, que es
distinta porque parece que no es inconsolable.
Así, Rosa Montero en La ridícula idea de no volver a verte se
sirve del dolor que Mme. Curie refleja en su Diario íntimo, para tratar de
entender su propio dolor.
Ambas viudas, se enfrentan al
sentimiento de la pérdida y van siguiendo las fases del duelo, cada una a su
propio ritmo y manera y en sus propias épocas y circunstancias.
“El dolor puede volverte loco” -dice
Rosa Montero- “Marie Curie se volvió loca durante un tiempo”.
El pequeño diario de Marie Curie es todo
un tesoro que nos abre paso hasta el corazón de una de las mujeres más
inteligentes e interesantes del siglo XX. Rosa Montero lo descubre enseguida y
comienza a investigar más en la personalidad de esta gran científica y mujer,
una adelantada a su tiempo, que logró conjugar su vida personal y el trabajo de
investigación científica, su auténtica
obsesión hasta el punto de no reconocer o ignorar el riesgo que corría
su vida a causa de la radiación; de hecho ella entendía que algo capaz de curar
el cáncer no podía producirlo.
Aunque no fue una feminista, abrió el
camino a muchas mujeres con su tenacidad, su fortaleza y su capacidad de
esfuerzo y sacrificio. Recibió dos premios Nobel y fue la primera mujer que dio
clase en La Sorbona de París. Atrás quedaban años de lucha por salir de la
precariedad de su vida y la de su familia en Polonia. Y atrás quedaba el hombre
que la había hecho tan feliz porque lo había sido todo para ella: amante,
amigo, esposo, compañero de trabajo, el hombre con el que compartía todo, todas
sus ilusiones, las personales y las que anidaban en aquel frío y miserable
laboratorio en el que habían de cambiar el mundo.
Cuando Pierre Curie muere en un accidente de tráfico, Marie enloquece de dolor y para plantarle cara al olvido, escribe unas pocas páginas, apenas ocho entradas, progresivamente más cortas y espaciadas, dirigidas a su marido y a sí misma. En ellas habla de la muerte, que la ha dejado sumida en la soledad y el desamparo, de la angustia que siente al tener que vivir con la pérdida. Sufre una fuerte depresión; todo lo ve impregnado por una tristeza que compara con un velo de ceniza que cubre todo y aunque se refugia en el trabajo, siente que el mundo y ella misma han perdido el alma.
Rosa Montero en esta obra, que es mezcla de géneros (novela, biografía, autobiografía, ensayo…) o más bien ausencia de géneros, escribe sobre la muerte y el dolor de la separación que experimentó Marie y sobre sus propios sentimientos tras la muerte de su marido, para llegar a intentar expresar lo que representa la pérdida para cualquier ser humano y cómo, para sobrevivir, hay que renacer de la persona que se era, porque ésa muere con el amado.
Aunque ella criticaba duramente a quienes narraban su dolor por parecerle un tráfico impúdico con ese dolor, tras esta novela declara haberse vuelto menos radical: “Cada uno lo maneja como puede pero el sentido último de la escritura es intentar encontrar un sentido al mal y al dolor, aun sabiendo que no lo tienen”.
Carmen
Truchado P.
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