RESEÑA DE LOS RELÁMPAGOS DE AGOSTO DE JORGE IBARGÜENGOITIA
En 1983, en el trágico accidente que se produjo en la escala
que hacía en Madrid el vuelo procedente de París con destino a Colombia, murió
Jorge Ibargüengoitia, un escritor mexicano de renombre en su país pero que ha
necesitado tres décadas para ser reconocido en España. Viajaba invitado por
Gabriel García Márquez al Primer Encuentro de la Cultura Hispanoamericana ,
que se celebraba en Bogotá. Fue uno de los 181 muertos. Con él desapareció el
manuscrito de su última novela.
Aquí dejaba, además de varias obras de teatro, ensayos,
cuentos y cantidad de artículos periodísticos, otras ocho novelas, la primera
de las cuales fue Los Relámpagos de Agosto. Con ella había logrado el Premio
Casa de las Américas en 1964. El año anterior había ganado el mismo premio por
su obra de teatro El atentado.
La novela presenta las memorias de un caudillo revolucionario
a principios del siglo XX: En una época en que proliferaban las autobiografías
de quienes habían participado en la última fase de la revolución mejicana, cada
una más pomposa y glorificadora de la propia actuación que las anteriores,
Jorge Ibargüengoitia hace gala de una vena crítica y desmitificadora poniendo
en cuestión situaciones y personajes históricos.
Con un gran sentido del humor, sarcástico y contundente y un lenguaje fluido y
verosímil, Ibargüengoitia pone en boca del protagonista, el general Arroyo, la
narración los avatares que le ocurren desde que recibe un telegrama de parte
del presidente electo, antiguo compañero revolucionario, invitándole a formar
parte del nuevo gabinete.
Ibargüengoitia utiliza la sátira para diseccionar con afilado bisturí
sucesos significativos de la revolución.
La frontera entre ficción y realidad,
por lo tanto, es difusa, pero perfectamente reconocible a través del elemento
conductor: la ridiculización de cada hecho que va sucediendo.
Lo triste o lo alegre de una historia
no depende de los hechos ocurridos, sino de la actitud que tenga el que los
está registrando. Sin embargo a Ibargüengoitia no le gustaba que lo
consideraran un simple humorista ya que se trataba de un escritor serio y
riguroso, ordenado y meticuloso.
Su esposa, la pintora inglesa Joy
Laville, dice de él: “No era sarcástico, pero si algo no le gustó, lo dijo, ya
que era crítico y su crítica le permitía jugar con el absurdo. Él era muy
directo, por eso mismo tenía reputación de tener mal humor, pero esto es una
mentira, él era muy alegre. [Sin embargo], ofendió la sensibilidad de muchos
con sus novelas; pese a todo, ahora está muy estimado en Guanajuato.”
¿Y cómo no recordar lo que el mismo
el autor decía sobre sus escritos?:
“Los artículos que escribí son los
únicos que puedo escribir; si son ingeniosos es porque tengo ingenio, si son
arbitrarios es porque soy arbitrario, y si son humorísticos es porque así veo
las cosas. Quien creyó que todo lo que dije fue en serio, es un cándido, y
quien creyó que todo fue en broma, es un imbécil.”
Lo que es cierto aunque parezca
increíble es que, desgraciadamente, más
de treinta años después de su muerte, muchas de las situaciones y actitudes que
describe nos parecen de total actualidad. La corrupción, las luchas por el
poder.., los altos mandatarios dan una imagen que se acerca mucho a una
realidad que no cambia con el paso del tiempo.
Carmen T.