sábado, 29 de junio de 2019

LA MUERTE DE UN VIAJANTE

RESEÑA: LA MUERTE DE UN VIAJANTE, DE ARTHUR MILLER
Cuando el dramaturgo y escritor Arthur Miller escribió La muerte de un viajante sólo pensaba en eso, en un viajante, pero el público y la crítica coincidieron en que era mucho más: un drama que ponía en cuestión el modo de vida americano, las consecuencias sociales del capitalismo en occidente, la deshumanización de la sociedad.
 
La obra recibió numerosos premios, entre ellos el Pulitzer. La siguieron un buen número de obras notables, emblemáticas, que convirtieron a Arthur Miller en un clásico vivo.
Durante toda su vida y obra Miller desarrolló un gran activismo político y social, siendo objeto de la caza de brujas llevada a cabo por el presidente McCarthy. Antimilitarista, denunció la guerra de Corea y la del Vietnam. Tuvo algún intento en el mundo de la política. Se aproximó al marxismo pero, decepcionado, acabó criticándolo también.
Estuvo casado en tres ocasiones, la segunda de ellas con Marilyn Monroe. En 2002 recibió el premio Príncipe de Asturias. En 2004 se estrena su última obra y en 2005 muere, a los 90 años de edad. Sus obras siguen representándose en todo el mundo, plenas de actualidad.
La muerte de un viajante cuenta la historia de Willy Loman, un vendedor que diseña su vida y la de sus dos hijos en función de una máxima: que para triunfar en la vida hay que ser una persona decidida, simpática y seductora. Sus hijos le creen y le siguen,  lo que les hace caer en los mismos errores.
Él en realidad es un fracasado; después de muchos años trabajando no ha visto cumplido su sueño. Y no puede soportarlo, nunca ha podido, así que se ha ido inventando un personaje triunfador y a fuerza de mentiras y autoengaño ha terminado  encerrado en un mundo de ilusión.
En la obra vemos momentos en que vive su fantasía y otros en los que la realidad se impone con crudeza.
Miller utiliza la técnica retrospectiva o de flashbacks para ir mostrando el principio de causalidad; el pasado explica el presente, se recoge lo que se siembra. Así, critica la educación permisiva de los hijos por parte de sus padres. Critica la sociedad de consumo, que hace que toda la vida gire en torno al dinero y los bienes materiales, esclavizando a las personas. Critica el culto a la apariencia, la superficialidad y falta de valores que  determinan las relaciones humanas. Critica lo ilusivo del sueño americano y deja al descubierto la gran llaga del fracaso. 
 
Linda, la esposa, es el personaje más patético. Relegada a ser la sombra del marido, sin recibir nada más que desprecios por su parte, lleva una vida vacía cuya función es apoyar y alentar al hombre desde un segundo plano, siempre a su servicio, y es la que le ayuda a sostener la farsa que ha creado y contribuye sin quererlo a hacer que no pueda salir de ella.
 a imagen de Ben, el hermano muerto de Willy, representa el triunfo económico y se aparece cuando Willy está más hundido para seguirle recordando que su sueño es posible. En contraposición está la figura de Charley, simbolizando el principio de realidad. Willy es capaz de aceptar el dinero de su amigo, pero no el empleo que le ofrece, porque eso significaría reconocer que toda su vida ha estado equivocado.
Willy es un personaje que a veces roza lo ridículo, siendo su muerte la que le pone en valor, pues es capaz de morir por su sueño, para que sus hijos puedan lograrlo.
De todos los personajes  sólo Biff, el hijo mayor, llega a tomar conciencia de la realidad: al final se da cuenta de que son gente normal y corriente, acepta su fracaso y reconoce que tenían unos sueños equivocados, consiguiendo así salir del círculo de engañosa ilusión en que vivían atrapados y empieza a ser libre.
 
Carmen Truchado

 

lunes, 10 de junio de 2019

ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS


RESEÑA: ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

Libro interesantísimo de un autor igual de interesante aunque fagocitado por la fama de su obra. Alicia en el país de las maravillas, del inglés Lewis Carroll, narra las aventuras de una niña llamada Alicia y su viaje a un subterráneo y fantástico lugar poblado por animales y objetos antropomórficos donde nada es lo que parece que debería ser.

La crítica discute su clasificación como literatura del nonsense o sinsentido o bien como cuento de hadas. Es un viaje alucinante a la imaginación o quizás al subconsciente.

Este relato y su continuación, A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, recibieron los elogios de la crítica y fueron éxitos de ventas desde el momento de su publicación. Nacidos en una sociedad seria y estricta como la de la decimonónica época victoriana, dejan a un lado la tradición cuentística inglesa, claramente moralizante, y muestran situaciones absurdas, fantásticas, sentando bases para el surrealismo.

Alicia en el país de las maravillas nació de la oralidad; Carroll inventa las aventuras subterráneas de Alicia para entretener una tarde a las hijas del deán Liddell, amigo y compañero de Carroll, en especial a la mediana, Alicia, por la que sintió una auténtica obsesión durante toda su vida. Después escribe la historia, la ilustra y encuaderna, regalando este manuscrito a la niña. Un año después lo publicó corregido y con las ilustraciones de Sir John Tenniel, el más afamado dibujante de la época.

En las aventuras de Alicia se combinan sueños fantásticos, humor, caricaturas sociales, localismos, juegos de lenguaje, paradojas lógicas y matemáticas, fruto todo ello de la vasta y humanística cultura de Charles Lutwidge Dogson, que escribió bajo el seudónimo de Lewis Carroll pues siempre quiso separar sus actividades como clérigo y profesor de matemáticas, de las relacionadas con el arte y el mundo de la fabulación. Hay que decir que Carroll fue un hombre que destacó por una gran inteligencia y creatividad desde su infancia, inventando juegos, cuentos, adivinanzas y creando revistas para entretener a sus diez hermanos, incluso a pesar de su tartamudez.

Carroll fue investigador, científico, lógico, matemático, geómetra, inventor, fotógrafo, escritor, poeta… Y en todo sobresalió con obras y publicaciones de gran valor y originalidad.

Alicia en el país de las maravillas es más que un libro para niños. Es al mismo tiempo una novela para adultos capaces de captar la cantidad de elementos filosóficos y lógicos y la sátira moral que la obra contiene.

Los dos viajes de Alicia, al mundo subterráneo y al otro lado del espejo, representan una forma de huida de la realidad; plantean la existencia de mundos paralelos, proponen alteraciones del espacio y el tiempo saltándose las leyes de la Física y de la Lógica, explorando siempre los límites del mundo. Carroll huye de la realidad intentando refugiarse en el territorio de la infancia. Cree en lo Bello como Verdad. Para él la infancia es la imagen de la Belleza (que retrataba con su cámara de fotógrafo aficionado) y la Belleza representa a la Verdad. Él sabe que ha perdido su infancia, pero quiere que su amada Alicia viva siempre en lo que él llama “el centro del país de los sueños”, ese espacio imaginario donde pueda conservar siempre la inocencia, la ingenuidad, la curiosidad. Quiere que la infancia sea irrenunciable, que perdure infinitamente.

Así, ambos libros nos invitan a leerlos de forma simbólica y a la vez a disfrutar de la fantasía y el humor que derrochan, es decir, con mirada de adultos y de niños al mismo tiempo.

Carmen Truchado

 

NADA

CARMEN LAFORET: NADA  
 
«Nada» es un romance de Juan Ramón Jiménez. Nada es el acabamiento, la muerte, la expresión del nihilismo. Nada es el título de la novela ganadora en la primera edición del premio Nadal, en 1945. Escrita por Carmen Laforet con elementos autobiográficos a la edad de veintitrés años, supuso un punto de inflexión en la narrativa en España. Es una novela existencialista que describe a la perfección la sociedad de la primera  posguerra con un estilo renovador.
 Este éxito fue una gran sorpresa para todos, incluida la autora, quien vio totalmente transformada su vida con el premio y una fama cuyos compromisos la agobiaban.  Laforet nunca superó esa cima que había alcanzado, se obsesionó de tal manera con la perfección que nunca estaba satisfecha y rompía cuanto escribía. Además, las circunstancias económicas, personales y la exigencia de preservar la intimidad de su familia, la bloquearon, la asfixiaron como escritora. Después llegó el alzheimer. Y en 2004, la muerte. Entre medias, apenas cuatro novelas, algunos relatos y novelas cortas, algunos libros de viajes y una interesante correspondencia con Elena Fortún y Ramón J. Sender, ambos exiliados.
 
Sin ser una novela política, Nada nos habla del Ambiente opresivo de la primera posguerra ( 1939-40 ), de la miseria que vivía gran parte de la población; del hambre, del estraperlo, de las denuncias entre vecinos e incluso familiares, nos habla de una violencia normalizada en una familia que antes de la guerra era feliz, del machismo dominante en la sociedad  -incluso en el grupo de jóvenes que representan la vanguardia artística-, de la desaparición de la pequeña burguesía, de las grandes desigualdades sociales, de las apariencias, de la falsa religiosidad... Y nos habla del duro proceso de transformación de la adolescencia a la adultez. Todo esto lo hace con una voz femenina y joven, la de una muchacha sensible e inexperta que llega a Barcelona cargada de ilusión en busca de un futuro, tras un recuerdo feliz de su infancia  y enseguida descubre que está presa, sola, desconcertada y contagiada de un dolor y un pesimismo que la ahogan como una pesadilla de la que no pudiera despertar, mientras intenta aunar, como la autora en  todas sus obras, sentimientos contradictorios.
La novela crea un clima tan agobiante que el lector lo percibe y se siente atrapado en la angustiosa situación de pobreza, suciedad, odio y locura en que vive la familia de Andrea, la protagonista.  El ambiente estudiantil, universitario - la relación con los compañeros, la diversión, la sensación de libertad- es lo único que permite a la joven oxigenarse, evadirse y sobrellevar la angustia existencial, la frustración por una vida triste, mezquina y hostil de la que no sabe cómo escapar.
La protagonista se mueve por una Barcelona que aparece como pintada en cuadros impresionistas, cargada de los sentimientos de la joven. En cambio la autora deforma, exagera los rasgos de los personajes, como en una pintura expresionista, para realizar así un crudo retrato de la sociedad, una sociedad vacía, sin esperanzas ni libertades, que puede ser  interpretada también como una metáfora de la España rota, destrozada por una guerra que aún era una herida abierta y sangrante. Sin embargo, Laforet escribe con una visión introspectiva, no fotográfica, lo que evitó que la obra fuera prohibida por la censura.
Al final de la novela, “nada” es lo que la protagonista cree llevarse de su estancia en Barcelona; el vacío, la desolación, la desesperanza la acompañan en su huida a Madrid, que para el lector es una puerta abierta a la esperanza. Pero Andrea sale transformada en adulta (y eso lo reconoce después) de esta escuela de vida que ha sido el año pasado en la casa familiar.
Sería inagotable la cantidad de comentarios y precisiones que esta novela puede suscitar por sí misma y en relación a la vida de su autora, porque ambas  son apasionantes. Para algunos de nosotros ha supuesto un reencuentro con una obra que mantiene el pulso del tiempo tres cuartos de siglo después, y continúa editándose, lo que prueba que se ha convertido en un clásico, que sigue y seguirá enriqueciendo a quien la lea.
Carmen Truchado
 

miércoles, 24 de abril de 2019

OTELO

Shakespeare está vivo. Vivo como poeta y vivo como dramaturgo -aunque haya incluso quienes sugieran que no fue él el verdadero autor de sus obras y se especule con los nombres  de Sir Francis Bacon o Marlowe-.  
Como su coetáneo y rival Ben Jonson dijo: Shakespeare no es de una época sino de todas las épocas. Y sigue siendo fuente de inspiración para el teatro actual.

William Shakespeare es –controversias aparte- el dramaturgo por excelencia, la figura más importante del teatro universal. Él inmortalizó a sus personajes y sus personajes le inmortalizaron a él.

Cuando al escribir Otelo –la obra que acabamos de leer- dio muerte a Desdémona, a Otelo, a Emilia, cuando hizo de su historia no una comedia al uso, dado el tema que trataba, sino una tragedia donde mostraba, como en el resto de sus obras, lo más intrínseco y significativo de la condición humana, él estaba convirtiendo a sus personajes en símbolos universales y a sí mismo en inmortal.


Otelo llega a nosotros con toda la fuerza con que estrenó en el Londres del siglo XVII y causa en el espectador el mismo efecto que entonces. Sus temas y sus personajes son actuales por cuanto reflejan los defectos y virtudes del ser humano, siempre y en todas partes. Y los espectadores –en nuestro caso, lectores- pueden identificarse con ellos, sufrir como ellos, amar, odiar, dudar, equivocarse… matar o morir.
Hemos sufrido con las insidias del malvado Yago, con el entramado de su traición y su afán de venganza, con la debilidad del que parece fuerte -del moro Otelo-, con su resistencia y rendición a la calumnia, con su voluntad de saber la verdad -si su mujer le está traicionando-, con la decisión de matarla para restañar su honra, con la impotencia y la rabia de Emilia, con la bondad y lealtad de Desdémona…

En esta obra hemos visto personajes y situaciones de gran actualidad desgraciadamente y hemos observado unos puntos de vista que nos parecen modernos para la época en que se escribió; por ejemplo, el personaje de Emilia hace una defensa a ultranza de los derechos de las mujeres y maldice del carácter de los hombres, que subyugan a la mujer y la utilizan para su propio deseo y beneficio. 
El asesino de la pura y  bondadosa Desdémona es tratado como un personaje complejo, que duda y se atormenta, que se resiste ante la idea de la traición de su esposa exigiendo pruebas al auténtico traidor y se reconoce indigno de Desdémona, a la que ve como alguien superior a él. 
Al final, Otelo pone en la balanza el amor y los celos, considerándolos como contrarios: “Con pruebas no hay más que una solución: ¡Adiós al amor o a los celos!” y justifica la muerte de Desdémona como un sacrificio.

Es una pena que, como ocurre cuando se lee una traducción, no podamos disfrutar ni apreciar el auténtico lenguaje de la obra. Shakespeare renovó la escena gracias a su inimitable e insuperable uso del idioma inglés, inventando más de dos mil palabras y expresiones, dignificándolo, pues era entonces un idioma tabernario y abrupto, y convirtiéndolo en algo elevado y de gran potencia expresiva.
Shakespeare es lo que es gracias al inglés. Y el inglés es lo que es gracias a Shakespeare.
C.T.

miércoles, 20 de marzo de 2019

EL SUEÑO DEL OLIVAR


RESEÑA: EL SUEÑO DEL OLIVAR: UNA HISTORIA DE PALESTINA.

Es la primera vez que nuestro club de lectura se enfrenta a una novela basada en un conflicto político y bélico que aún pervive en nuestros días; el existente en Palestina entre árabes e israelíes, un enfrentamiento que hunde las raíces en los orígenes de nuestra civilización, en el libro de la religión judeo-cristiana.

El sueño del olivar: una historia de Palestina, de la periodista estadounidense Deborah Rohan, libro publicado en 2008, cuenta la historia real de una familia árabe pudiente que se ve desposeída de sus bienes y tiene que exiliarse al Líbano. Ella conoció los hechos a través del relato, en múltiples conversaciones y entrevistas, de uno de los hijos de esta familia.

Es una novela que trata bastante bien el tema histórico, pues hace una descripción y análisis detallados de las claves políticas que explican todo el proceso de independencia de Israel y la expulsión de los árabes de Palestina. Deborah Rohan, que lleva muchos años estudiando y explicando este conflicto, carga las tintas en contra del intervencionismo de las potencias mundiales a las que responsabiliza en gran medida de los problemas  políticos, sociales, económicos y bélicos de los países del Oriente Próximo.

La autora busca mostrar imparcialidad o tal vez equilibrar la falta de imparcialidad con que se juzga este conflicto en occidente. Para ello se sirve de una narración que alcanza más valor periodístico que literario a nuestro entender, porque nos ha parecido que los personajes, aunque en verdad existieron, son poco reales, poco creíbles en el sentido de que les falta algo de conflicto en su interior y en las relaciones entre algunos de ellos. Además la acción carece de fuerza dramática, literariamente hablando, en algunas ocasiones.

De cualquier modo hay que reconocer que para ser su primera novela no ha sido un mal intento. Y ha tenido una gran repercusión a nivel mundial, lo que da sentido a su esfuerzo de tantos años.

A propósito de este tema, se nos ha sugerido la lectura del libro Dispara, yo ya estoy muerto, de Julia Navarro.

 

C. T.

 

 

 

sábado, 19 de enero de 2019

RESEÑA LAS CENIZAS DE ÁNGELA


LAS CENIZAS DE ÁNGELA DE FRANK McCOURT

“Cuando recuerdo mi infancia me pregunto cómo pude sobrevivir siquiera. Fue, naturalmente, una infancia desgraciada, se entiende: las infancias felices no merecen que les prestemos atención. La infancia desgraciada irlandesa es peor que cualquier otra infancia desgraciada, pero la infancia desgraciada irlandesa católica es la peor de todas.

En todas partes hay gente que presume y que se lamenta de las penalidades de sus primeros años, pero nada puede compararse con la versión irlandesa: la pobreza; el padre, vago, locuaz y alcohólico; la madre, piadosa y derrotada, que gime junto al fuego; los sacerdotes, pomposos; los maestros de escuela, despóticos; los ingleses y las cosas tan terribles que nos hicieron durante ochocientos largos años.

Sobre todo… estábamos mojados.”

Así comienza Las cenizas de Ángela del escritor tardío Frank McCourt. Es un libro de memorias narrado en presente con la voz del niño que fue. Nacido en Nueva York en 1930, en plena  Gran Depresión, sus padres, emigrantes irlandeses, regresaron a su tierra natal, pero el panorama que encontraron no distaba nada de lo que dejaban en América.

Las cenizas de Ángela  cuenta la vida de Frank Mc Court en Irlanda hasta su regreso  a Nueva York con diecinueve años.

Es una novela durísima, donde el autor critica con fina ironía lo que él llama los grandes demonios de su vida.  El nacionalismo, el catolicismo y la pobreza, junto con el alcoholismo de su padre, marcaron su existencia desde niño hasta que, gracias a los libros, consiguió liberarse de todas esas cadenas que le ataban. Otra atadura más fue su madre, que da nombre al título del libro. Por respeto hacia ella, que no hubiera querido que nadie conociera la miseria por la que pasó su familia, McCourt hubo de esperar a la muerte de ésta para escribir los recuerdos de esa vida de pobreza extrema que su familia tuvo que soportar. Así, en 1996 publicó la novela, que fue un éxito rotundo y al año siguiente le hizo merecedor del Premio Pulitzer y el Boeke.

Escribió dos continuaciones: Lo es, sobre la vida del protagonista como emigrante retornado a América y El profesor, donde cuenta sus experiencias como profesor de Literatura.

Las cenizas de Ángela es una novela bella y triste que nos ha atrapado desde el primer párrafo. El autor cuenta con crudeza pero sin rencor ni autocompasión, con la ingenuidad de la mirada infantil, su voz antiliteraria y pinceladas de fino humor,  una historia de supervivencia en unas circunstancias tozudamente adversas de las que consigue salir victorioso gracias a la cultura, a los libros.

En una entrevista realizada aquí, en España, dice: “Cuando era un niño de los callejones soñaba con mudarme a una de aquellas calles con casas bonitas y comida y bicicletas y ropa; vivía al mismo tiempo mi realidad y mis deseos, y decía ‘algún día haré dinero y tendremos una casa con muebles y con sábanas en la cama y ropa bonita y luz eléctrica’; ése era mi gran sueño”. Y  lo logró. Y nos dejó este relato maravilloso para mostrarnos cómo es la pobreza y cómo sólo puede superarse a través de los sueños. Para continuo deleite de lectores porque Las cenizas de Ángela no tiene fecha de caducidad.

Carmen Truchado