martes, 7 de enero de 2020

RESEÑA DE SON DE MAR


El valenciano Manuel Vicent en 1999 gana con Son de mar el premio Alfaguara de novela, dotado con 175.000 euros. Era el segundo premio que recibía en este concurso, el primero lo logró en 1966 con Pascua y naranjas. También recibió el Nadal en 1986 por Balada de Caín.

“Ser” de mar o “canción” de mar, o poner todos los elementos de un barco “a son de mar” para que no se caigan al navegar. Son de mar quiere ser un libro ambiguo desde el título. Que es obra de un valenciano se nota por lo que cuenta y cómo lo cuenta, por la presencia del Mediterráneo, por la riqueza de su prosa impresionista y sensorial, ensalzando la belleza de los paisajes naturales primitivos desde todos los sentidos, por cómo describe la transformación y destrucción del mundo natural a manos del turismo masivo y la especulación y cómo las personas sencillas y nobles se han visto sustituidas por una sociedad de gente superficial y sin escrúpulos, amantes del dinero fácil y los placeres rebuscados.

Es esta una novela de trama circular, fácil de leer, que plantea un enigma que se resuelve al final y que ha suscitado cierta controversia en las opiniones del grupo en cuanto a la valoración de la misma. Es una historia que se construye con multitud de pequeñas historias intercaladas, relacionadas con los mitos clásicos o el cine, algunas de ellas muy logradas, pero en general se ha encontrado una falta de profundidad en los personajes, sobre todo los protagonistas, que resultan planos, estereotipados, que viven una historia –o dos- de amor o pasión destructivos, irreales, lo que hace que floten literal y figuradamente en ese mar que pasa a ser el protagonista real y auténtico frente a la imaginación y el absurdo de muchas situaciones, frente a esa suma y alternancia de sueños y realidad que transmite la sensación de duda hasta el último momento, cuando la verdad se impone porque los sueños se ahogan en el naufragio del viejo barco donde habían puesto todas sus esperanzas. Aunque la narración, la literatura, permite que cada uno de los asistentes al entierro escuche su propia versión del final.

Carmen T