CARMEN LAFORET: NADA
«Nada» es un romance de Juan Ramón Jiménez. Nada es el
acabamiento, la muerte, la expresión del nihilismo. Nada es el título de la novela ganadora en la primera edición del
premio Nadal, en 1945. Escrita por Carmen Laforet con elementos autobiográficos
a la edad de veintitrés años, supuso un punto de inflexión en la narrativa en
España. Es una novela existencialista que describe a la perfección la sociedad
de la primera posguerra con un estilo
renovador.
Sin ser una novela política, Nada nos habla del Ambiente opresivo de la primera posguerra ( 1939-40
), de la miseria que vivía gran parte de la población; del hambre, del
estraperlo, de las denuncias entre vecinos e incluso familiares, nos habla de
una violencia normalizada en una familia que antes de la guerra era feliz, del
machismo dominante en la sociedad -incluso
en el grupo de jóvenes que representan la vanguardia artística-, de la
desaparición de la pequeña burguesía, de las grandes desigualdades sociales, de
las apariencias, de la falsa religiosidad... Y nos habla del duro proceso de
transformación de la adolescencia a la adultez. Todo esto lo hace con una voz
femenina y joven, la de una muchacha sensible e inexperta que llega a Barcelona
cargada de ilusión en busca de un futuro, tras un recuerdo feliz de su
infancia y enseguida descubre que está
presa, sola, desconcertada y contagiada de un dolor y un pesimismo que la
ahogan como una pesadilla de la que no pudiera despertar, mientras intenta
aunar, como la autora en todas sus
obras, sentimientos contradictorios.
La novela crea un clima tan agobiante que el lector lo
percibe y se siente atrapado en la angustiosa situación de pobreza, suciedad,
odio y locura en que vive la familia de Andrea, la protagonista. El ambiente estudiantil, universitario - la
relación con los compañeros, la diversión, la sensación de libertad- es lo
único que permite a la joven oxigenarse, evadirse y sobrellevar la angustia
existencial, la frustración por una vida triste, mezquina y hostil de la que no
sabe cómo escapar.
La protagonista se mueve por una Barcelona que aparece como
pintada en cuadros impresionistas, cargada de los sentimientos de la joven. En
cambio la autora deforma, exagera los rasgos de los personajes, como en una
pintura expresionista, para realizar así un crudo retrato de la sociedad, una
sociedad vacía, sin esperanzas ni libertades, que puede ser interpretada también como una metáfora de la España rota, destrozada por
una guerra que aún era una herida abierta y sangrante. Sin embargo, Laforet
escribe con una visión introspectiva, no fotográfica, lo que evitó que la obra fuera
prohibida por la censura.
Al final de la novela, “nada” es lo que la protagonista cree
llevarse de su estancia en Barcelona; el vacío, la desolación, la desesperanza
la acompañan en su huida a Madrid, que para el lector es una puerta abierta a
la esperanza. Pero Andrea sale transformada en adulta (y eso lo reconoce
después) de esta escuela de vida que ha sido el año pasado en la casa familiar.
Sería inagotable la cantidad de comentarios y precisiones que
esta novela puede suscitar por sí misma y en relación a la vida de su autora,
porque ambas son apasionantes. Para
algunos de nosotros ha supuesto un reencuentro con una obra que mantiene el
pulso del tiempo tres cuartos de siglo después, y continúa editándose, lo que
prueba que se ha convertido en un clásico, que sigue y seguirá enriqueciendo a
quien la lea.
Carmen Truchado
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