lunes, 10 de junio de 2019

NADA

CARMEN LAFORET: NADA  
 
«Nada» es un romance de Juan Ramón Jiménez. Nada es el acabamiento, la muerte, la expresión del nihilismo. Nada es el título de la novela ganadora en la primera edición del premio Nadal, en 1945. Escrita por Carmen Laforet con elementos autobiográficos a la edad de veintitrés años, supuso un punto de inflexión en la narrativa en España. Es una novela existencialista que describe a la perfección la sociedad de la primera  posguerra con un estilo renovador.
 Este éxito fue una gran sorpresa para todos, incluida la autora, quien vio totalmente transformada su vida con el premio y una fama cuyos compromisos la agobiaban.  Laforet nunca superó esa cima que había alcanzado, se obsesionó de tal manera con la perfección que nunca estaba satisfecha y rompía cuanto escribía. Además, las circunstancias económicas, personales y la exigencia de preservar la intimidad de su familia, la bloquearon, la asfixiaron como escritora. Después llegó el alzheimer. Y en 2004, la muerte. Entre medias, apenas cuatro novelas, algunos relatos y novelas cortas, algunos libros de viajes y una interesante correspondencia con Elena Fortún y Ramón J. Sender, ambos exiliados.
 
Sin ser una novela política, Nada nos habla del Ambiente opresivo de la primera posguerra ( 1939-40 ), de la miseria que vivía gran parte de la población; del hambre, del estraperlo, de las denuncias entre vecinos e incluso familiares, nos habla de una violencia normalizada en una familia que antes de la guerra era feliz, del machismo dominante en la sociedad  -incluso en el grupo de jóvenes que representan la vanguardia artística-, de la desaparición de la pequeña burguesía, de las grandes desigualdades sociales, de las apariencias, de la falsa religiosidad... Y nos habla del duro proceso de transformación de la adolescencia a la adultez. Todo esto lo hace con una voz femenina y joven, la de una muchacha sensible e inexperta que llega a Barcelona cargada de ilusión en busca de un futuro, tras un recuerdo feliz de su infancia  y enseguida descubre que está presa, sola, desconcertada y contagiada de un dolor y un pesimismo que la ahogan como una pesadilla de la que no pudiera despertar, mientras intenta aunar, como la autora en  todas sus obras, sentimientos contradictorios.
La novela crea un clima tan agobiante que el lector lo percibe y se siente atrapado en la angustiosa situación de pobreza, suciedad, odio y locura en que vive la familia de Andrea, la protagonista.  El ambiente estudiantil, universitario - la relación con los compañeros, la diversión, la sensación de libertad- es lo único que permite a la joven oxigenarse, evadirse y sobrellevar la angustia existencial, la frustración por una vida triste, mezquina y hostil de la que no sabe cómo escapar.
La protagonista se mueve por una Barcelona que aparece como pintada en cuadros impresionistas, cargada de los sentimientos de la joven. En cambio la autora deforma, exagera los rasgos de los personajes, como en una pintura expresionista, para realizar así un crudo retrato de la sociedad, una sociedad vacía, sin esperanzas ni libertades, que puede ser  interpretada también como una metáfora de la España rota, destrozada por una guerra que aún era una herida abierta y sangrante. Sin embargo, Laforet escribe con una visión introspectiva, no fotográfica, lo que evitó que la obra fuera prohibida por la censura.
Al final de la novela, “nada” es lo que la protagonista cree llevarse de su estancia en Barcelona; el vacío, la desolación, la desesperanza la acompañan en su huida a Madrid, que para el lector es una puerta abierta a la esperanza. Pero Andrea sale transformada en adulta (y eso lo reconoce después) de esta escuela de vida que ha sido el año pasado en la casa familiar.
Sería inagotable la cantidad de comentarios y precisiones que esta novela puede suscitar por sí misma y en relación a la vida de su autora, porque ambas  son apasionantes. Para algunos de nosotros ha supuesto un reencuentro con una obra que mantiene el pulso del tiempo tres cuartos de siglo después, y continúa editándose, lo que prueba que se ha convertido en un clásico, que sigue y seguirá enriqueciendo a quien la lea.
Carmen Truchado
 

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