JOSÉ SARAMAGO: EL CUENTO DE LA ISLA DESCONOCIDA.
Una obrita pequeña en cuanto al número de
páginas, pero grande en significación, así es El cuento de la isla desconocida de José Saramago.
Un hombre que busca una isla desconocida y
se atreve a enfrentarse con el poder establecido, con la opinión de la sociedad
y con un gran número de dificultades, entre ellas su propia impericia, es el
símbolo de las personas que buscan la realización de sus sueños, de sus
ideales. Aun a sabiendas de las dificultades que se van a encontrar perseveran
en el empeño hasta hacer que se conviertan en realidad.
En esta parábola, de lenguaje ingenuo,
escrita sin signos ortográficos de diálogo ni interrogación, la isla representa
las necesidades del ser humano y su búsqueda se transforma en un viaje
interior. Pero el hombre no va a realizar ese viaje solo; una mujer sencilla y
humilde como él, hace suya la llamada
del hombre y se dispone a acompañarlo, en oposición al resto de personas a las
que pide ayuda, que le toman por loco y que representan a la mayoría de la
sociedad.
El hombre,
frente a quienes intentan hacerlo desistir de su propósito, hace uso de
una gran lógica y derrota sus argumentos: una isla es desconocida si no se
conoce, por tanto existen islas desconocidas. Y existen muchas si creemos que
las personas somos islas desconocidas para nosotros mismos y para los demás,
porque a veces creamos barreras infranqueables en nuestras relaciones que nos
impiden darnos a conocer.
La mujer va haciendo una limpieza del
interior del barco, con lo que lo va conociendo y ordenando.
Ambos reflexionan sobre lo que es más
esencial, la necesidad de conocerse a sí mismos y encontrarse. Se dan cuenta de
que es necesario salir de uno mismo para poderse ver. La mujer poco a poco va
abriendo los ojos del hombre, permitiéndole tener una nueva visión de las cosas
y capacidad de admiración por lo que le rodea. El hombre y la mujer se
complementan, pero todavía no se reconocen a sí mismos en el otro. Los dos
tienen unas necesidades profundas que no se atreven a descubrir aún, pero ya
son navegantes con un destino común. Conversan, se observan y admiran
mutuamente, pero se equivocan al interpretar al otro porque no se conocen bien.
El hombre se duerme y sueña. El sueño es
para Saramago un plano de la realidad donde se pueden realizar todas las
ilusiones porque en él no hay límites.
El sueño en esta historia es un camino que permitirá al hombre despertarse y contemplar
su verdad, hallarse y reconocerse a sí mismo.
La mujer había hecho una limpieza al interior de la carabela;
ahora el sueño obliga al hombre a realizar su propia limpieza, despojar la
carabela de todo aquello que impida la posibilidad de llegar a la isla
desconocida y conquistarla. Sin esta limpieza es imposible llegar a sí mismo y
mucho menos llegar a reconocer a los otros, o sea, reconocer a la mujer.
En el sueño la isla desconocida es la misma carabela, la isla
desconocida es él mismo.
Esa luz que le da el sueño le permite con los ojos cerrados
adentrarse en lo más profundo de su ser interior. Ha alcanzado la claridad
sobre su destino, lo ha comprendido perfectamente y ha entendido que ha llegado
a la isla desconocida de su propia conciencia y que se ha encontrado con otra
isla desconocida. Ha entendido que dos islas desconocidas al encontrarse
después de una búsqueda, pueden amarse, pueden conocerse y conquistarse
mutuamente… unirse de una manera esencial.
Realmente somos islas
desconocidas. Toda nuestra vida no es sino un viaje para hallarnos a nosotros
mismos. Cuando conquistamos nuestra isla desconocida sabemos que somos
partícipes de nuestra realización y que debemos perseguirla, pero necesitamos a
otro y a otros que nos guíen y no nos dejen olvidar lo que somos.
Carmen Truchado
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