A veces disfrazamos la
inseguridad, la soledad, la apatía, la cobardía…, con mil trajes diferentes para no
reconocernos a nosotros mismos el miedo al fracaso, posiblemente porque tampoco
nos concedemos el derecho al mismo.
A veces es la vida la que se
disfraza, la que nos ata con las mismas ataduras con que intentamos sujetarla a
ella.
A veces para llegar donde
queremos, primero tenemos que perdernos.
El valenciano Paco Roca,
ilustrador y autor de cómic de gran talla y prestigio a nivel internacional,
nos propone en Las calles de arena
estas y otras muchas razones y paradojas para reflexionar sobre la vida y la
sociedad en que vivimos.
Es un libro que contiene mucho
más de lo que a simple vista pudiera parecer. Encontramos similitudes con la
novela de Paul Auster La ciudad de cristal, de su Trilogía de
Nueva York; ambas parten de una anécdota real vivida por el autor (Paco Roca se
perdió en el casco antiguo de Valencia); ambas están llenas de referencias
literarias, algunas coincidentes, como las bíblicas al Génesis, el diluvio
universal o la Torre
de Babel; Roca bebe en las fuentes del realismo fantástico con autores como
Kafka, Borges, Cortázar, Poe, Melville…; ambas plantean el problema de la
identidad (el doble, el lado oscuro) y ambas crean en el lector una sensación
de angustia ante la deshumanización de las grandes ciudades y de la sociedad
actual.
El escenario de esta magnífica
novela gráfica es una ciudad con unas metafóricas calles sin principio ni fin
que atrapan a los personajes en una vida absurda, sin sentido, una vida de
afanes que no llevan a ninguna parte, una vida de soledad. A ese mundo de fantasía llega el hombre sin
nombre, es decir, cualquiera de nosotros.
La novela comienza cuando el protagonista
se ve obligado a elegir entre el mundo real y el imaginario. Escoge el real,
pero tal vez sin auténtico convencimiento, puesto que se aferra a una gran
figura del personaje de una serie de historietas de aventuras italianas, el
Corto Maltés, que contribuye a que se
pierda en un mundo surrealista y onírico.
Se refugia en el hotel La Torre , que recuerda la Torre de Babel de Brueghel y
que podría representar el infinito hotel del matemático David Hilbert. Las
caóticas calles y escaleras están inspiradas en los dibujos imposibles de
Escher y las Cárceles de Piranesi, como ha referido Roca en diversas
entrevistas.
En La Torre se encuentra con una
serie de inquilinos que representan la personificación de sus miedos; los
amores no correspondidos de la Srta. Esther ,
el Sr. Rueda y el Sr. Rosendo de los Vientos; la inseguridad del creador, del
coronel Francisco Piedra, la soledad de Blanca, la cartera, el miedo a la
muerte del Sr. Soto, el miedo a perder la memoria del Conde Diógenes y la
angustia que al protagonista, como al propio autor, le produce el perderse.
Pero gracias al contacto con
todos estos personajes la pesadilla se convierte en sueño, las calles dejan de
ser fantasmagóricas, inhóspitas y opresoras y se convierten en un lugar
habitable, en un hogar.
Se da en esta novela una simbiosis
perfecta entre la narración y la ilustración. Roca emplea una amplia gama de colores. Cada personaje
está representado por un color que le caracteriza y le diferencia de los otros;
los dibujos de los rostros están realizados con líneas suaves que reflejan sus
sentimientos. En cuanto a los ambientes, están dibujados con gran detallismo,
lo que contribuye a expresar la convivencia y la contradicción entre lo real y
lo fantástico.
En resumen Las calles de arena es un libro poético, por lo que tiene de
simbolismo narrativo y visual, que nos invita a realizar un viaje interior, a
reflexionar sobre nuestra propia vida, a sincerarnos con nosotros mismos y a
preguntarnos sobre la libertad de asumir un destino que nos parece inevitable o
inventar uno nuevo.
Como dice el mismo Paco Roca: “Todos
tenemos una vida que nos gustaría cambiar en cierta medida pero estamos en
pausa, esperando que ocurra algo que lo cambie”.
Carmen Truchado
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