RESEÑA: EL TALLER DE
BICICLETAS
Todos guardamos al menos trece secretos a lo largo de
nuestra vida. Esa es la conclusión de un estudio publicado en el Journal of
Experimental Psychology de Estados Unidos. De esos secretos, al menos cinco,
los realmente importantes, no se los hemos contado a nadie, en parte para
prevenir la vergüenza.
Un secreto es una gran carga, es como llevar una mochila
cargada de piedras. Su peso nos aleja de nuestras metas y nos hace evitar todo
lo que pueda conllevar una crítica negativa hacia nosotros.
La única forma de liberarse de ese peso es contar el
secreto, compartirlo con alguien, pero es necesario confiar en la capacidad de
esa persona para guardarlo, es decir, confiar en su lealtad.
En la lectura de El
taller de bicicletas, un cuento para adultos escrito e ilustrado por el mundialmente
conocido ilustrador francés Sempé, encontramos al protagonista teniendo
que soportar la carga de un secreto que afecta de forma
importante a su vida y a sus relaciones con la gente.
Para el mejor mecánico de bicicletas del mundo, el no saber
montar en bici es un secreto inconfesable. Pero Taburin sabe que ha llegado el
momento de enfrentarse a su miedo y confesar a Figougne, un fotógrafo empeñado
en hacer un reportaje sobre él, que a pesar de sus infinitos intentos, no ha
logrado aprender a montar en bicicleta. Sin embargo, no sólo no le descubre su
secreto sino que está a punto de perder la vida en un aparatoso accidente por
darle a su amigo la oportunidad de lograr una gran fotografía.
Todo el mundo guarda secretos, y Figougne confiesa a Taburin
que la fotografía que les hizo famosos a ambos se produjo de forma accidental,
al caérsele la cámara.
El descubrimiento mutuo de sus secretos no sólo reforzó su
amistad, sino que les liberó de la melancolía que les apesadumbraba y
ensombrecía sus vidas.
Carmen
Truchado
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